¡Cómo nos gusta descubrir nuevas maravillas de las relaciones entre seres humanos y animales! Lo cierto es que son ellos los que casi siempre nos sorprenden, sea por su lealtad sin límites hacia sus dueños o por ser incluso capaces de hacer cosas que, a priori, están reservadas para las personas. Pero en el caso de hoy, el protagonismo se reparte al 50% entre unos y otros. Para ser exactos, entre cuervos y una niña. Ni en sueños podrías imaginar que dos especies tan lejanas trabasen una amistad tan profunda... pero una vez más, la realidad supera a la ficción más enrevesada.
Ella tiene ocho años, se llama Gabi Mann y vive en Seattle. Leemos su preciosa historia en el magazine de BBC. A Gabi le encanta observar aves, por eso quería acercarse a ellas todo lo que pudiese. Pero como todos sabemos, estos seres alados son muy asustadizos y tienden a tomar la vía aérea con rapidez en cuanto detectan la presencia de un extraño demasiado cerca de ellos. Por eso esta niña decidió buscar una manera de pasar de sospechosa a amiga. ¿A qué no puede resistirse prácticamente ningún ser vivo sobre la faz de la tierra? A la comida.
Desde sobras de la comida de su casa hasta cacahuetes o alimento para perros. Gabi se preocupó de buscar todo tipo de manjares para los cuervos que solían merodear por las proximidades del lugar donde vive con sus padres. Poco a poco, los oscuros reyes del aire, a quienes muchos ven como símbolo de los peores presagios, comenzaron a mirar a la simpática niña con otros ojos. Tanto que por lo visto hasta empezaron a sentirse en deuda con ella, que tan generosamente estaba proporcionándoles un delicioso sustento.
Y es aquí donde ocurre lo inesperado: los cuervos decidieron corresponder a Gabi con los regalos más variopintos. Pendientes, tornillos, tuercas, clips, bombillas de pequeño tamaño... casi cualquier cosa que puedan transportar por sí mismos. Nada podía haber hecho más feliz a la pequeña, que guarda y clasifica cada uno de sus presentes en una cajita. «Con estos detalles me están demostrando cuánto me quieren», comenta, orgullosa y sonriente.
Lo más divertido es que el inicio de esta extraña pero hermosa amistad fue accidental. Sucedió en 2011, cuando ella tenía tan sólo cuatro años. Al llegar a casa y bajar del coche dejó caer un pedacito de pollo y observó cómo un cuervo se acercaba rápidamente a recogerlo. Pronto, muchos más se unieron al observar que se estaba produciendo un reparto gratuito de comida. En ese momento, Gabi se dio cuenta de cuánto le gustaban aquellos animales y se propuso acercarse a ellos. En la actualidad, su madre ya sabe que tiene que poner un extra en su merienda del colegio... porque antes de que ponga un pie en la calle, los amigos alados de Gabi esperan con paciencia, con nuevos regalos y mucha hambre.
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