Si hay algo que debemos aprender de los animales es su eterno amor y agradecimiento, cada día recibimos más lecciones de vida de parte de ellos; un animal agradece la vida entera con amor y confianza.
Un día Brantly Harrison y su familia encontraron una ardilla de cuatro semanas que estaba a punto de morir después de ser atacada por un búho. Lo que la familia no se esperaba era el increíble vínculo que se iba a crear entre ellos.
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Al ver a la ardilla con heridas, no lo dudaron ni un segundo, se la llevaron a casa y la cuidaron y curaron, mientras estuvo en casa la pusieron el nombre Bella.
En poco tiempo, la ardilla ya era una más de la familia.  Cuando Bella se recuperó por completo, la dejaron libre y la devolvieron a su hábitat natural, cuenta el periódico británico Metro.
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Una visita inesperada

Pasaron los años y la familia pensó que nunca más volvería a ver a Bella, pero un día de repente, oyeron unos ruidos en la ventana: ¡era ella!
 
La pequeña ardilla había crecido, pero nunca se había olvidado de la familia que le dio cobijo y la había salvado.
Bella siguió visitando de manera regular el jardín de la familia. Para Brantly y su familia ya era algo habitual, y la consideraban parte de la familia.
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Hasta que un día, Bella comenzó a golpear la ventana. Parecía que quería decirles algo pero no podía expresarlo.
Menos mal que a la familia le pareció que actuaba de forma extraña y se dieron cuenta de que a Bella le ocurría algo: efectivamente, la ardilla se había lesionado el pie. Rápidamente la cuidaron de nuevo dándole antibióticos y colocándola en una confortable cajita hasta su recuperación.
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Fue ahí cuando se dieron cuenta de que Bella quería decirles algo. A su lado en la caja, ¡aparecieron tres crías de ardilla!, Bella quería obviamente que ellos también fueran parte de la familia.
Bella está segura y tranquila porque confía en su familia, sabe que estos cuidarán de ella y de sus bebés hasta que ella se recupere completamente y sus bebes estén listos para abandonar el nido y ser libres.