Luis Felipe Hernández
Oreo mueve su cola tan rápido como un parabrisas, cuando Carmen Cáceres la saluda sobre el lomo con un cariñoso “Hola, bella”. La ingeniera la rescató hace meses de las garras del olvido callejero. La razón fue simple y humana: “Los animales son seres indefensos, alguien tiene que hacerlo”.Los planos y los estudios no son la verdadera pasión de Cáceres. Los animales aparte de ser su debilidad, forman parte de una labor amorosa y respetuosa que realiza sin obtener algo a cambio. Bueno, la satisfacción de verlos felices puede serlo. “Siéntate Oreo, Siéntate”, le ordena a la perra para aquietarla.
Se crió en un entorno familiar donde se le inculcó el respeto hacia los animales. “Creo que la educación es un factor importante que determina a alguien”, explicó tras lamentar la postura de padres que le aplauden a sus hijos cuando maltratan a un animal.
Renato Hernández, su esposo, confesó que hace años no sentía empatía por ellos. Con el tiempo se adaptó hasta el punto de preocuparse como lo hace Cáceres. “Ahora él está pendiente a cada rato”. Hernández responde: Cuando estoy estresado acaricio a los gatos, me relaja”.
Ella trabaja en un taller de costura y agencia de turismo propios. De su bolsillo salen los gastos para perros y gatos en situación de calle cuyo cuidado implica alimentación y salud. “Desconozco la cantidad de animales que ha rescatado. Es a diario que encuentro nuevos casos”. Luego de mantenerlos se enfrenta a una decisión difícil: darlos en adopción.
Los medios que utiliza son prácticos. Grupos en Whatsapp, Facebook y Twitter sirven para buscar a las familias adoptantes. “Me funciona muchísimo. Aparte que conozco a alguien que presta su local para dejar a los animales en exhibición. Por semana entrego cuatro o cinco animales”.
No es fácil. Me encariño con todos. En la casa hay once gatos y dos perros. Algunos se han coleado, incluyendo a Oreo, cuenta entre risas. Cáceres se emociona cuando recuerda a los animales que ha dado en adopción. Su tono de voz parece debilitarse y sus lágrimas buscan asomarse, pero toma fuerza y dice: Somos muchos los que pensamos así.
Cáceres reconoce que una persona acumuladora presenta síntomas patológicos. Por eso siente la necesidad de encontrar un hogar a cada perro o gato más allá del deseo de querer ayudar a todos los que pueda. “Hay un momento cuando debe haber cordura”.
La recolección de plástico es uno de los medios que le permite costear los gastos. “Reciclo y llamo a un señor que me paga. Eso sí, debo llenar literalmente un cuarto de ese material para que el trabajo sea remunerado. Su hija también ayuda y no solo monetariamente. Es docente de inglés. Aprovecha esa cátedra para dictar charlas de concienciación a los alumnos. “Entre todos buscamos la forma de aportar algo”.
“El mundo no es nuestro. Se supone que somos superiores en inteligencia pero no parece cuando se maltrata y asesina a los animales. ¿Dónde está la cordura?”. Oreo calma su cola cuando escucha el tono de esas palabras, que parece entender al igual que Cáceres lo hace con sus ladridos.
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