Un año más, Dindim, el pingüino que viaja cada año una distancia de aproximadamente 8.000 kilómetros para estar con el pescador que lo salvó de morir ahogado en petróleo, ha llegado a Provetá (Brasil) donde reside Joao Pereira de Sousa. Con este viaje, el pingüino ya ha realizado cinco travesías desde las costas de la Patagonia hasta Brasil para poder estar con su amigo humano.
La historia de esta amistad se fraguó cuando el pescador brasileño encontró a un pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus), cubierto de petróleo y hambriento en unas rocas frente a la costa de Río de Janeiro. El hombre tardó una semana para eliminar todo el residuo negro aceitoso de las plumas del ave marina. Lo alimentó y lo cuidó hasta que el animal estuvo bien para poder volver a su vida en el mar.
Para que el animal se pueda recuperar del gran esfuerzo, Pereira de Sousa, de 71 años de edad, lo alimenta cada día con pescado fresco y el pingüino se queda durante ochos meses. Transcurrido este tiempo, Dindim regresa al mar para pasar el resto del año en las costas de Argentina y Chile.
La misma televisión puso en contacto a Pereira con el biólogo Joao Paulo Krajewski, quien admitió no haber visto nada igual anteriormente: “Pensamos que el pingüino cree que Joao es parte de su familia, por eso acude cada año a verle”, dijo el especialista para el canal brasileño.
El caso de la migración de Dindim no es un fenómeno extraño ya que cientos de especies de pingüinos de Magallanes migran de forma natural miles de kilómetros al norte en busca de comida. Nidifican en las costas de la Antártida, Nueva Zelanda, el sur de Australia, Sudáfrica, Ecuador, Perú, Chile y la Patagonia Argentina y fuera de la época de reproducción se pueden trasladar mucho más al norte, llegando a Brasil o incluso a Colombia y Panamá.
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