Las especies de flora y fauna sufren, a veces de forma parecida a los humanos, los efectos de la prolongada ola de calor que está afectando no solo a España, sino al conjunto de Europa, según expertos, que han advertido de que los efectos del calor pueden provocar muertes inmediatas, descensos de producción de las ganaderías y, a largo plazo, reducción de las poblaciones de las especies más sensibles.
Desde los más pequeños a los más grandes, el presidente de la Asociación Española de Apicultura, Miguel Ángel Casado, ha señalado que el calor y el sol está afectando a la floración, de la que deberían estar sirviéndose las abejas y, como las flores se han «agostado» o secado, no van a producir néctar. De hecho, ha apuntado que este año los apicultores prevén un descenso del 40 al 60% en la producción de miel.
Otro de los efectos de la ola de calor es la falta de población, ya que las variaciones importantes de temperaturas sirven de guía para la puesta por parte de la abeja reina.
A causa de las altas temperaturas, en vez de ir a recoger néctar se dedican a buscar agua para llevarla a la colmena y enfriarla y a batir las alas para refrigerar la colmena y mantenerla entre 32 y 35 grados centígrados. Para este efecto de aire acondicionado interno, las abejas necesitan consumir agua y energía para poder aletear. «Con este calor, recogen miel y polen las primeras horas del día y después se dedican a ventilar la colmena», ha añadido Casado.
Del mismo modo, ha apuntado que la colonia de abejas, «si está bien y fuerte» no se muere por calor, pero si está debilitada, por baja población, por ejemplo, la ola de calor afectará tanto a la sanidad de la colmena y a esta durante el invierno, una época en la que no tendrá néctar suficiente. Además, ha comentado que una abeja vive una media de 45 días, pero si tiene más desgaste se muere antes y por tanto, la menor población cubre menos panales de cera y éstos, vacíos de abejas y miel, se funden por el calor.
Aves
En cuanto a las aves, el técnico del área de estudio y seguimiento de avifauna de
SEO/BirdLife, Blas Molina, ha comentado que es difícil conocer los efectos a corto plazo de esta ola de calor, ya que en esta época está
terminando la reproducción de especies y este calor puede provocar su fracaso.
Las migratorias, por ejemplo, que llegan en primavera a criar a España, se encuentran terminando de reproducirse. Y la ola de calor, sumada a la sequía que se empieza a arrastrar, provoca que dispongan de una menor cantidad de agu: menos bebederos predecibles, lo que provoca que las especies que están criando requieran de un mayor gasto energético para alimentar a sus crías, lo que repercute en el número de pollos.
Molina ve que las aves que están vinculadas a los pastizales, que con la ola de calor están menos verdes, también se están volviendo menos productivas. De forma paralela, las aves insectívoras, a su vez, van ligadas a la disponibilidad de las flores.
Los efectos que sufren las aves marinas, por su parte, derivados de la ola de calor pasan por el aumento de la temperatura del agua del mar y si la subida es significativa, los bancos de peces se pueden desplazar a otras zonas, al tiempo que el aumento de medusas afecta a otras especies. En este caso podría estar la gaviota de Adouin o la pardela cenicienta, que tienen que cambiar sus rutas de acceso a la comida y, en ocasiones hacer recorridos más largos.
Cómo se protegen
Sin embargo, tanto las abejas, las aves terrestres y marinas o el resto especies, tienen sus propias medidas de prevención y lucha contra los efectos de la ola de calor.
En concreto, las aves usan su plumaje, generalmente, como un climatizador, tanto par las temperaturas altas como para las bajas. Otras, sin embargo, dejan el pico abierto, un mecanismo para perder temperatura corporal.
En medio de la ola de calor, según Molina, tienen más posibilidades de sobrevivir las aves urbanas, ligadas al hombre y que habitan en zonas de parques y jardines, ya que tienen el alimento y el agua más accesible, por el riego.
En este contexto, considera que sería necesario conocer el estado de las poblaciones alpinas, ya que podrían estar subiendo de altura y de latitud para encontrar condiciones similares a las que tenían hace años en zonas más bajas a causa del cambio climático.
El técnico de SEO/BirdLife ha propuesto colocar bebederos caseros de agua para las aves en las casas, terrazas, jardines o patios, ya que con un simple plato o una maceta con agua se puede contribuir a aliviar la ola de calor en las aves.
Afecta más a viejos, enfermos y crías
Por su parte, el responsable de especies de
WWF, Luis Suárez, ha indicado que los efectos de la ola de calor en la fauna dependen de la
fisionomía de cada grupo animal y de la
fortaleza de cada ejemplar. Por ejemplo, ha dicho que los mamíferos tienen «impactos parecidos a los de la población humana» y afecta especialmente a los individuos más viejos y a las crías, y a aquellos que están enfermos o debilitados, ya que no tienen los mecanismos de protección y defensa suficientemente fuertes.
En concreto, ha explicado que muchos animales no tienen la capacidad de sudar de los humanos. Así, los perros, «muy sensibles a los golpes de calor», lo que hacen es jadear y respirar más deprisa, y buscar el contacto con el suelo.
En general, casi todos los animales contrarrestan el calor reduciendo su actividad, buscando la sombra y los sitios frescos y se tumban o refrescan en zonas húmedas. «Los animales frente al calor se comportan de forma parecida a los humanos», ha apuntado y a partir de un umbral de temperatura los organismos no funcionan y se pueden morir.
Reptiles
En cuanto a los reptiles, Suárez ha indicado que el calor puede favorecer un determinado sexo de los huevos. Así, con más de 32 grados centígrados, nacen más hembras que machos y puede alterarse los patrones del equilibrio entre los sexos.
Por otro lado, apunta que las olas de calor pueden producir alteraciones en la fenología y acelerar mecanismos de floración de las plantas. De hecho, ha señalado que la floración del aligustre se ha adelantado varias semanas respecto a lo normal.
«Si la floración varía, impacta en todo lo demás, como las especies que dependen de las flores, como los insectos, que puede disminuir su población, afectando en cadena a las aves insectívoras, que también tendrán dificultades», ha comentado. Por ejemplo, los pollos de urogallo, que nacen al final del verano, dependen en gran parte de las explosiones de insectos y si esta eclosión se adelanta, los pollos no tendrán que comer.
Por el contrario, ha advertido de que ciertas especies invasoras pueden beneficiarse del calor. «El mejor ejemplo» de esto es el galápago de Florida que necesita altas temperaturas y no se suele reproducir al norte de Madrid, pero si se prolongan las olas de calor podrían empezar a reproducirse.
El experto de WWF ha añadido que los efectos a largo plazo de las olas de calor, ante la previsión de que aumentarán tanto en frecuencia como en intensidad, pasan por que las especies podrían desplazarse hacia el norte, al requerir de condiciones más frescas.
«Si las especies no son capaces de acompasar la climatología con sus requerimientos, no se pueden prolongar. Estos fenómenos extremos como las olas de calor no son predecibles y no necesariamente se producirán siempre en la misma época. Habrá más olas de calor, pero no se sabe cuándo y no tienen por qué ser en julio y agosto a causa del cambio climático», ha comentado.