viernes, 4 de diciembre de 2015

El gato y la espiritualidad







 

Quien no se relaciona bien con su propio inconsciente, no soporta a los gatos.
Él surge entonces como una amenaza, porque representa esa relación precaria del hombre con su mismo misterio.

El gato no se relaciona con la apariencia del hombre. Él ve mucho más allá, ve por dentro y por el revés.

Se relaciona con la esencia. Si la demostración de cariño es falsa, de miedo, o sustituye inaceptables (pero existentes) impulsos secretos de agresión, el gato lo sabe. Y se defiende de la caricia. La relación de él es con aquello que esta oculto y tan bien guardado, que ni nosotros queremos, sabemos o tampoco podemos ver. Por eso, cuando surge en él un acto de entrega, de treparse a la falda o alguna manifestación de afecto, es algo realmente verdadero que no puede ser dejado de lado. Es un gesto de confianza que honra a quien lo recibe, pues significa un juicio. El hombre no sabe “sentir” el gato, pero el gato sabe sentir al hombre…

Si hay alguna falta de armonía real o latente, el gato la siente. Si hay soledad, él sabe y suaviza la situación como puede, pues él enfrenta su propia soledad de manera mucho más valiente que nosotros. No se manifiesta, no reclama. Solamente se aleja. Quien no sabe “leer” piensa que “él no está allí”.
 

Presente o ausente, él enseña y manifiesta algo. Cerca o lejos, mirando o fingiendo no ver, él está comunicando códigos que no siempre (o casi nunca) sabemos traducir. El gato ve más, ve dentro y más allá de nosotros. Se relaciona con los fluidos, auras, fantasmas amigos y opresores.

El gato es médium, brujo, alquimista y parapsicólogo. Es una oportunidad de meditación permanente a nuestro lado, a enseñar la paciencia, atención, silencio y misterio. El gato es un monje silencioso, meditativo y sabio para contestar las preguntas dudosas, aguardando a que, en nuestra eterna búsqueda, encontremos el camino, en vez de enseñarlo ya preparado, conocido y trillado.

El gato contesta siempre con una nueva incógnita, encaminándonos a la permanente investigación de lo real, de la búsqueda incesante de la la seguridad de que cada segundo contiene la posibilidad de creatividad y de nuevas relaciones infinitas entre las cosas.

El gato es una lección diaria de afecto verdadero y fiel. Sus manifestaciones son íntimas y profundas. Exige dedicación, entrega y atención. Las personas descuidadas no son del agrado de los gatos. Personas chillonas le irritan. Todo lo que necesite promoción o explicación requiere afirmación.

Vive de la verdad y no se ilusiona con las apariencias. Nadie en la naturaleza ha aprendido a bastarse (hasta en la higiene) a sí mismo, como el gato. Ejemplo de sueño y musculación, el gato nos enseña todas las posiciones de respiración yoga. Enseña a dormir con entrega total y nos muestra la solución de recuperación en el Cosmos. Enseña a desperezarse con el masaje más completo de todos los músculos, preparándolos para una acción inmediata. Si los preparadores físicos aprendiesen el calentamiento que hace el gato, los jugadores de la banca no llevarían tanto tiempo (15 minutos) ejercitándose para entrar al campo.
 

El gato sale del sueño para el máximo de acción, tensión y elasticidad en un segundo. Conoce el desempeño preciso y milimétrico de cada parte de su cuerpo a la cual ama y preserva como un templo. Ejemplo de salud y sensualidad, de relaciones amorosas con dedicación integral de varios días, ejemplo de organización familiar y definición del espacio propio y territorio personal, administra lecciones de anatomía, equilibrio y desempeño muscular.

Ejemplo de salto, de silencio, de descanso… de introversión, de contacto con el misterio, con lo oscuro, con la sombra. Ejemplo de religiosidad sin iconos…lecciones de alimentación y “fitnesse”, de buen gusto y sentido de oportunidad. Ejemplo de vida; en fin, la vida más completa, diaria, silenciosa, educada, sin cobranzas, sin vehemencias, sin exigencias.

“El gato es una oportunidad de interiorización y sabiduría, hecha por el misterio a la disposición del hombre”. El gato es un animal que tiene mucho cuarzo en la glándula pineal y, por lo tanto, es un trasmutador de energía y útil para la cura, pues capta la energía mala del ambiente y la transforma en saludable.

Normalmente, donde se acuesta con frecuencia es una señal de que la energía no está buena – en el caso de que el animal se arrime a alguna parte de nuestro cuerpo de manera insistente, es una señal de que aquel órgano o miembro está enfermo, o cerca de enfermarse, pues ya percibió la mala energía en determinado órgano y entonces  opta por elegir esa parte de cuerpo para limpiar lo que existe allí.

Observe que, de la misma manera que el gato se acuesta en determinado lugar, salta de repente; pues siente que ya limpió la mala energía del lugar y no necesita estar más allí. El amor del gato por su dueño es de desapego pues, mientras lo necesita él está cerca y cuando no, se aleja.
 

En el Egipto de los faraones, el gato era adorado en la figura de la diosa Bastet, representada comúnmente con el cuerpo de una mujer y cabeza de gata. Esta bella diosa era el símbolo de la luz, del calor y de la energía. Era también el símbolo de la luna y se creía que tenía el poder de fertilizar la tierra y los hombres, curar enfermedades y conducir el alma de los muertos. En aquella época, los gatos eran considerados guardianes del otro mundo y eran comunes en muchos amuletos.

“El gato inmortal existe en algún mundo intermediario entre la vida y la muerte,
observando y esperando, pasivamente, hasta el momento en que el espíritu humano
se vuelve libre. Entonces, y solamente así, el irá a liderar el alma hasta su reposo final”.

 

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