Estudios recientes muestran que estos mamíferos son algo más que mero ganado. Hemos hablado con el hombre al que las cabras miran fijamente
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Nawroth incluso asegura que una cabra podría ser una buena mascota por su capacidad para establecer vínculos estrechos, aunque nunca sustituirá al perro: "Necesitan a otras cabras que les hagan compañía y además requieren un área exterior bastante grande, quien no pueda cumplir esos requisitos no debería hacerse con una". Quizá sea mejor conformarse leyendo sobre ellas.
Unos cabrones con memoria
Las cabras son más inteligentes de lo que parece: pueden resolver tareas complicadas con rapidez y las recuerdan durante mucho tiempo. Fueron las conclusiones de un estudio llevado a cabo por compañeros de Nawroth y publicado en la revista 'Frontiers in Zoology' en 2014, en el que se entrenó a una docena de estos animales para que abrieran una caja con comida. La tarea no era sencilla, pues consistía en dos pasos: empujar una palanca con la boca y luego levantarla. La mayoría lo logró tras unos doce intentos.Tendemos a sobrestimar las habilidades de los perros, pero a subestimar las del ganado
Lo interesante es que, diez meses después, las cabras repitieron el logro en menos de dos minutos, lo que indica una excelente memoria a largo plazo. Por otro lado, los animales que habían observado a sus compañeros resolviendo el puzle no mejoraron su marca respecto. Los investigadores sospechan que esta falta de aprendizaje social, junto a su buena memoria, son debidas a que estos mamíferos se desenvuelven en situaciones muy difíciles a la hora de acceder a la comida, en zonas áridas y montañosas donde lo mejor es aprender por uno mismo.
No es el único ejemplo de memoria caprina: otro estudio de 2012 ya demostró que las madres cabras no olvidan la voz de sus hijos, sino que pueden recordarla más de un año después del destete y la separación. Una habilidad que no resulta extraña si tenemos en cuenta que estos mamíferos viven en grupos con relaciones sociales complejas que se enfrentan a períodos de separación fruto de la migración, por lo que el reconocimiento a largo plazo resulta importante.
Las cabras que miraban fijamente a los hombres
Perros, gatos e incluso caballos son capaces de interpretar nuestra mirada, un efecto de la domesticación. En 2016, un estudio publicado por Nawroth en la revista 'Biology Letters' demostró que las cabras también nos analizan en busca de pistas. Cuando estos animales entrenados para abrir una caja se enfrentaban a una imposible de abrir, miraban la cara del entrenador para orientarse.Se trata de animales muy curiosos con un gran afán de exploración, y el último estudio de Nawroth, publicado la semana pasada, muestra que además entienden cuándo son el centro de atención y lo que esto conlleva. En un experimento, los animales debían aproximarse a un cuidador (de entre dos opciones) para obtener comida. Uno de los investigadores estaba atento y pendiente de la cabra, el otro se hacía el distraído. Los mamíferos escogían la opción correcta, de la misma forma que nosotros no le preguntaríamos la hora a alguien que está leyendo el periódico, sino a quien ya nos está mirando a la cara.
Viejas amigas
El primer animal doméstico fue el perro, pero las cabras vinieron después. Estos rumiantes, junto a las ovejas, llevan con nosotros al menos 10.000 años, lo que explica el secreto de su buena relación con el ser humano. La especie doméstica surgió de la bezoar, una especie salvaje que habita las montañas de Turquía, Irán y Afganistán. Su importancia para las primeras poblaciones sedentarias es tal que pueblan nuestra mitología, desde los carneros que tiran del carro de Thor hasta el dios Pan. Tan amplia fue su presencia en las religiones paganas que nuestra vieja amiga acabó por transformarse en el mismísimo diablo.A ellas no parece importarles, mientras los cabritos saltan y se suben a todas partes: "Es una forma de juego preparatorio", aclara Nawroth. Así los jóvenes se preparan para los ambientes montañosos en los que un pie en falso puede resultar mortal. O, como mínimo, para trepar a los árboles.
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