martes, 15 de septiembre de 2015

Por qué los animales sí sufren y sienten dolor

Es difícil determinar si un ser vivo que no puede hablar es capaz de sufrir como nosotros. Los estudios científicos apuntan a que al menos los mamíferos sí pueden, y probablemente todos los vertebrados
Foto: Toro de la Vega. (EFE/Jonás Amadeo Lucas)
Toro de la Vega. (EFE/Jonás Amadeo Lucas)
 
 
Como cada año, hoy se celebra en Tordesillas el polémico Toro de la Vega, en el que se lancea hasta la muerte a uno de estos mamíferos. Como ocurre en otras fiestas con animales, una parte del debate se centra en si otros seres vivos también pueden sentir dolor o si es una sensación exclusiva del ser humano. Pero, ¿cómo demostrar que un toro, un gato o un loro comparten con nosotros esta experiencia?
 
Algunos defensores de  estas fiestas están convencidos de que no, amparándose en dudosos estudios no publicados en revistas científicas, mientras que los grupos animalistas incluso llegan a asegurar que los animales tienen los mismos sentimientos y emociones que los seres humanos, dolor incluido. Pero demostrar lo que siente (si es que siente algo) un toro es complicado desde el punto de vista científico, ya que la única opción fiable para estimar el dolor es preguntando al afectado. Algo, obviamente, imposible en estos casos.
 
La función biológica del dolor es clara: mantener vivo al organismo alejándolo de cualquier estímulo que pueda causarle un daño. Su importancia es tal que aquellas personas con analgesia congénita, incapaces de sentir dolor físico, ven reducida su esperanza de vida. Pero su utilidad no implica necesariamente que todo organismo vivo lo sienta: quizá sólo lo sienten algunos animales con un sistema nervioso más complejo, mientras que otros como los invertebrados no sean capaces de sufrir esta experiencia.
 
Las consecuencias de estar equivocados y suponer que el resto no experimenta dolor sería un error con serias implicaciones éticas
 
Los científicos se han preocupado de investigar esta cuestión durante años, preocupados por las consecuencias éticas de la investigación con animales. Determinar qué animales sienten dolor y cuáles no permitiría escoger preferentemente aquellos que no lo hacen y reducir al máximo el sufrimiento del resto. No en vano, los organismos de investigación regulan de forma muy estricta estos experimentos para reducir al mínimo el número de seres vivos necesarios y el dolor causado.
 
Con este objetivo, el Consejo Nacional de Investigación de los EEUU (NRC por sus siglas en inglés) reunió un comité especial para resolver el asunto. Una de sus tareas era determinar, precisamente, si los animales sienten dolor y en caso afirmativo qué especies pueden sentirlo. “El consenso del comité es que debería considerarse que todos los vertebrados son capaces de experimentar dolor”, concluyeron.
 
La primera premisa en la que se basaba el comité apelaba a “la fuerte evidencia de que esto es correcto, especialmente para mamíferos y aves”. Pero sobre todo en que “las consecuencias de estar equivocados y actuar bajo la asunción de que el resto de vertebrados no experimenta dolor sería un error con serias implicaciones éticas”.
Toro de la Vega de 2011. (EFE)
Toro de la Vega de 2011. (EFE)

Nervios y respuestas

Existen dos formas de comprobar si un animal es capaz de sentir dolor sin preguntárselo. Una es demostrar que existen en su cuerpo las estructuras fisiológicas necesarias, como la presencia de un sistema nervioso central. Otra, comprobar qué especies muestran las respuestas esperadas ante estímulos dolorosos. Ambas presentan sus limitaciones, pero combinadas permiten sacar conclusiones.
 
La parte anatómica y fisiológica del dolor se conoce bien en seres humanos: existen regiones específicas del prosencéfalo cuya relación con esta sensación está bien estudiada. Estas zonas también están presentes en otros animales como ratas y mamíferos en general, lo que hace sospechar que sus experiencias pueden ser parecidas.
 
El consenso del comité es que debería considerarse que todos los vertebrados son capaces de experimentar dolor
 
¿Qué ocurre con el resto de animales? Otros vertebrados como aves, repitles, peces y anfibios presentan un circuito neural parecido al de los seres humanos, pero sin estas regiones concretas del prosencéfalo. En el caso de los invertebrados, las similitudes son todavía menores.
 
El problema, según explica la comisión de la NRC, es que la ausencia de estas estructuras no demuestra nada, en tanto que no se conoce al completo cómo se genera el dolor en los seres humanos. Además, podría haber regiones análogas en otros animales encargadas del dolor: aunque los invertebrados no tengan sistema nervioso central y aves y peces carezcan de neocórtex, podrían sentir dolor igual de una forma distinta a la humana. Así que aunque la presencia de prosencéfalo pueda ser una prueba de peso, la ausencia tampoco sirve para concluir nada.
 
La segunda forma de comprobar si un animal siente dolor es comprobar sus respuestas ante los estímulos negativos, lo que se conoce como nocicepción. Gracias a ellas, por ejemplo, quitamos la mano de algo caliente antes siquiera de sentir el dolor. “Estos comportamientos reflejan un deseo fuerte y continuo de minimizar y acabar con el dolor”, asegura el informe de la NRC, que asegura cómo este fenómeno es fácilmente detectable, empezando por las ratas de laboratorio.
 
En las conclusiones, el equipo de investigadores asume que “todos los vertebrados” experimentan dolor, pues en última instancia es mejor equivocarse en ese sentido y no en el otro. En el debate entre tradición y prohibición, la ciencia se posiciona claramente en la parte, al menos, del sufrimiento animal: toros, gatos, simios y caballos sienten dolor. El siguiente paso sería determinar si debería impedirse cualquier tipo de dolor animal, permitirlo en casos de extrema necesidad como la investigación biomédica o tolerarlo en todos los casos.

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