Los niños y los perros … ¡ La pareja perfecta !
Los beneficios de la relación entre los niños y los perros: una pequeño meta-análisis
Desde la publicación en 1987 del primer gran trabajo sobre los efectos de la convivencia con animales, titulado “Salud y beneficios de los animales de compañía” por el National Institute of Health de
los Estados Unidos, se han sucedido los estudios que han constatado los
beneficios no sólo físicos, sino también psicológicos, de las mascotas
sobre las personas, y en especial sobre los niños.
El perro: la mascota perfecta para el niño
Dentro de estos estudios, el perro ha sido el animal más reconocido como mascota beneficiosa para el desarrollo de los niños (Schenke y Farkas, 2012).
La mascota como apoyo social en la infancia
Varios estudios han demostrado, por ejemplo, que los niños tienden a acudir a sus mascotas en los momentos de tensión emocional.
En las puntuaciones que los niños dan a
sus relaciones personales, las mascotas llegan a puntuar más alto que
ciertos tipos de relaciones humanas, pues ellas le ofrecen, entre otras
cosas, calma frente a situaciones de miedo o enfermedad, cariño y ser
buenos confidentes de un secreto, y además son consideradas como
miembros de la familia (Mc Nicholas y Collins ,2001).
Las mascotas contribuyen a fomentar la empatía y a mejorar la autoestima
Por otro lado, los niños que tienen un
vínculo con mascotas puntúan más alto en empatía, autoestima y
auto-concepto, que aquellos que no tienen relación con mascotas
La oportunidad que dan las mascotas de criar y cuidar de otro es vista como una forma de apoyo por Weiss (1974), por incrementar la sensación de competencia y de estima, y de ser necesitado por otro. Según Becker (2003),
“los niños que ayudan a criar animales entienden mejor el lenguaje
corporal y los motivos y sentimientos de los demás” (p.31).
Mejora las habilidades comunicativas
El contacto con animales estimula el habla y la interacción social en niños introvertidos e incluso niños con autismo (Becker, 2003; Sams,
et al., 1999), se animan más a iniciar una conversación, reír y
compartir historias cuando están en presencia de un perro que cuando no
lo están.
Los animales en sí pueden ser
compañeros conversacionales, aunque no respondan de manera verbal, pues
transmiten su amor y afecto hacia sus compañeros humanos.
Disminuye el estrés
Las mascotas también pueden tener un efecto importante como amortiguadores frente a situaciones de estrés.
Se realizó un estudio en el cual se
descubrió que la mera presencia de una mascota amistosa desconocida,
puede reducir la presión sanguínea y la frecuencia cardiaca, después de
un estresor cognitivo, independientemente del reporte subjetivo, el
género y la actitud hacia las mascotas.
Nagengast, Baun, Megel y Leibowits (1997)
realizaron un estudio fisiológico a un grupo de 23 niños entre 3 y 6
años durante un examen físico y observaron que la presencia de un perro
durante el examen contribuyó a bajar la media de presión arterial,
presión sanguínea sistólica y diastólica, y frecuencia cardíaca, además
de aumentar la sensación de seguridad y disminuir las conductas de
búsqueda de información, búsqueda de apoyo emocional y manifestaciones
de dolor durante el examen.
Igualmente, en un grupo de niños entre
9 y 16 años, descubrieron que la presencia de un perro hacía disminuir
la ansiedad y la excitación fisiológica, así como los niveles de presión
sanguínea y frecuencia cardiaca, tanto en descanso como de actividad.
Comprensión psicológica de la relevancia de las mascotas en la infancia
Las mascotas pueden, por medio de su
presencia segura, fortalecer el sentimiento de confianza y seguridad,
facilitando un sentimiento de autonomía y despertando interés en
emprender cosas, por su rol como compañeros de juego activo.
Por otro lado, potencian el
descubrimiento del medio y favorecen el desarrollo de la paciencia y el
autocontrol. Además, incrementan de manera positiva el espíritu de
esfuerzo y eficacia, por ser entrañables y reaccionar a las
instrucciones del niño, y favorecen el desarrollo de la identidad al ser
camaradas y actuar como posibles figuras de apoyo emocional y social.
Según Levinson (1997), es por
medio de la identificación con el animal que la mascota adquiere un
valor tan significativo para el niño, y le permite incorporar las
fortalezas de ésta. Para Caplan (1951), una probable razón de
que los niños toman tan fácil y gustosamente a las mascotas como
compañeros cercanos, tiene que ver con la necesidad del niño de cercanía
a un sustituto de los padres que él puede controlar y dirigir como
quiere.
Freud sostenía que el vínculo
de las mascotas, en especial perros, hacia los humanos carecía de
ambivalencia, lo que representaba, a su parecer, un símbolo de amor y
lealtad incondicional (Prothmann, 2006).
Por otro lado, el que los niños
busquen a sus mascotas en momento de estrés o miedo, puede relacionarse
con el concepto de objeto transicional de Winnicott(1953).
El objeto transicional es en general algo suave, un pedazo de tela o un juguete.
En el desarrollo normal del niño, éste
va desarrollando otros intereses y su necesidad por el objeto
transicional decrece hasta desaparecer, sin embargo, en tiempos de
crisis o tensión emocional, el objeto transicional se convierte en una
defensa contra la ansiedad (Stevenson, 1954).
Los niños conectan muy bien con sus mascotas, pues todavía no poseen esas barreras psicológicas que los adultos construyen.
Las mascotas permiten experiencias
íntimas como acariciar, abrazar, hablar, hacen que sea socialmente
aceptable jugar, hacer el ridículo e incluso acercarse a desconocidos
para hablar con ellos.
Les permiten demostrar sus sentimientos, y no sentir vergüenza por demostrar su afectividad, incluso físicamente.
Además, les ayudan a asumir algunos
conceptos tan fundamentales como el de la vida y la muerte, el
crecimiento, el sexo y la reproducción, la salud y la enfermedad, la
higiene y la alimentación, y un largo etc.
“El perro le enseña al niño la fidelidad, la perseverancia… y a dar tres vueltas a la cama antes de acostarse”
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