La teoría de la evolución podría ser la clave para entender el comportamiento de canes y felinos después de miles de años
Gatos y perros hacen muchas cosas raras. Cuántas veces me habrán preguntado por qué comen hierba, a veces para vomitar unos minutos más tarde. Un falso mito dice que lo hacen para purgarse, pero no es así. ¿O acaso sus mascotas siempre vomitan después de comerla? ¿Y por qué no suelen mostrar síntomas de encontrarse mal antes? Simplemente, porque la purga no siempre es una explicación válida.
Veamos qué se sabe realmente sobre por qué perros y gatos comen plantas y si es bueno o no permitirlo. Empezaré por los gatos.
La mayoría de los dueños de gatos (si es que alguien es verdaderamente capaz de adueñarse de un animal tan independiente) te dirán que si Micifúz zampa un poco de hierba y luego vomita, es que está teniendo problemas estomacales y lo hace para purgarse. Eso no es necesariamente cierto. En realidad, los gatos, esas mascotas tan sigilosas a las que nunca vemos satisfacer sus necesidades fisiológicas, comen hierba todo el tiempo. Sus dueños solo se dan cuenta de esa práctica cuando encuentran vómitos verduzcos en el suelo.
Mientras que el 39 % de los gatos jóvenes (tres años o menos) comía plantas todos los días, solo el 27 % de los mayores de cuatro lo hacía. En cuanto a los vómitos, el número de gatos mayores que vomitaba después de ingerir hierba (30 %) casi triplicaba al de jóvenes (11 %). Los científicos descartaron otra suposición común: que comer hierba ayuda a los gatos a expulsar bolas de pelo.
Es un instinto
En una ponencia presentada en el Congreso de la Sociedad Internacional de Etología Aplicada celebrado en Bergen (Noruega) entre el 5 y el 9 del pasado mes de agosto, los investigadores concluyeron (p.106) que el vómito es simplemente una consecuencia ocasional de comer hierba y no el objetivo. Comer plantas es instintivo y hacerlo supone (o al menos suponía) un beneficio evolutivo para los felinos.Basándose en investigaciones realizadas en animales salvajes, la hipótesis de los investigadores es que, aunque los mimados gatos caseros de hoy probablemente ya no tengan esos parásitos, la ingesta de hierba es una estrategia innata que probablemente evolucionó por primera vez en un ancestro salvaje (desde 2017, gracias a un trabajo de investigación publicado en Nature, sabemos que todos los gatos tienen un ancestro común) para aumentar la actividad muscular en el tracto digestivo y ayudarlos a expulsar los parásitos intestinales. La investigación también respalda la hipótesis de que los animales jóvenes aprenden a comer plantas de los adultos.
¿Y los perros?
Esa conclusión refleja lo que el autor principal de la ponencia, Benjamin L. Hart, encontró en un estudio similar publicado en 2008 que analizaba la frecuencia del consumo de plantas en perros.Los animales que comen hierba no están enfermos, sino que están mostrando un comportamiento instintivo producto de miles de años de evolución
En esa investigación, el equipo también descubrió que los perros rara vez presentaban enfermedades antes de comer hierba y que el vómito era una consecuencia relativamente rara de comerla. Además, la investigación también concluyó que la frecuencia de ingerirla no estaba relacionada con la dieta del perro o con la cantidad de fibra que engullía, lo que sugiere que no estaban tratando de compensar alguna deficiencia dietética.
En ambos casos, Hart y su equipo plantean la hipótesis de que los animales más jóvenes comen más hierba porque su sistema inmunológico no es tan bueno para mantener a raya a los parásitos, y porque el estrés nutricional es más perjudicial para los animales en crecimiento que para los perros y gatos adultos.
También señalan que los gatos parecen comer menos hierba que los perros, lo que podría deberse bien a que las infecciones parasitarias eran menos frecuentes entre las especies ancestrales felinas, bien a que el hábito gatuno de enterrar sus heces y evitar las de los demás reduce la propagación de parásitos en comparación con los perros, que son muy aficionados a meter el hocico en asuntos ajenos.
Si después lo vomitan en el suelo de la cocina es un pequeño precio a pagar por la preciosa compañía que le presta su peluda mascota.
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