El origen de los
gatos se remonta a tiempos muy lejanos, mucho más de lo que podamos imaginar.
Hay investigaciones que aseguran la vida de estos animales hace unos
doscientos millones de años, coincidiendo así con la existencia de los
dinosaurios. Unas características morfológicas aptas para la depredación
y un cerebro más desarrollado al de sus antecesores, le proporcionaron
unas bases fuertes necesarias para su supervivencia y difusión.
Las diferentes especies de gato se han encontrado en cualquier tipo
de clima y en todos los continentes de nuestro planeta, y su evolución a
lo largo de los años dio lugar a los felinos que conocemos hoy en día.
Dentro de las treinta y cinco especies conocidas, se pueden distinguir tres grandes grupos de félidos o subfamilias: los
gatos mayores o
panthera como los leones y leopardos; los
guepardos; y los
gatos menores, entre los cuales encontramos el gato doméstico conocido como
felis domesticus.
Hablar acerca del origen del gato es descubrir un gran número de
leyendas y teorías, todas ellas envueltas en un halo de misterio y
fascinación.
Quizá la teoría más aceptada por la mayoría de los científicos es la
que presenta al gato africano guanteado como el antepasado del gato
doméstico actual, convirtiendo a Egipto en el país con más leyendas y
mayores pruebas arqueológicas sobre su origen.
El gato egipcio hacía una gran labor a la sociedad, siendo muy útil
por sus grandes habilidades para cazar, ya que protegía y limpiaba las
cosechas y graneros de roedores y serpientes. Pero pronto pasó de ser un
gran cazador a convertirse en el animal doméstico por excelencia.
Los egipcios amaban a los gatos, los divinizaban, idolatraban, les
dedicaban fiestas y hacían que gozaran de extraordinarios privilegios,
incluso existían leyes rigurosas que protegían al gato, hasta el punto
de que cualquiera que matase a uno de ellos se arriesgaba a ser
condenado a muerte.
El culto y la preocupación por el bienestar del gato se transmitían
de generación en generación, manteniendo así un vínculo que iba más allá
de la veneración.
El arte del antiguo Egipto está colmado de imágenes y estatuas
esculpidas en oro, marfil, piedra, barro, bronce y madera… Toda una
serie de pinturas y decoraciones que representaban al gato doméstico y
reflejaban su extraordinario valor y sus únicas cualidades místicas.
Las grandes habilidades de estos animales hicieron que otros pueblos
contribuyeran a su expansión a lo largo de Europa, alcanzando ciudades
como Grecia, Roma, llegando incluso al continente Asiático.
Un ejemplo claro de la devoción y consagración del pueblo egipcio
hacia los gatos y su simbología con el espíritu femenino, lo encontramos
en la famosa estatua de la
diosa Bastet, símbolo de la fecundidad y la belleza, representada por una mujer con cabeza felina y cuatros gatos a sus pies.
Muchas son las representaciones de una gran variedad de diosas
vinculadas con la diosa egipcia. En la cultura céltica y nórdica,
encontramos la diosa escandinava del amor y la fertilidad
Freya, que aparece representada en una carroza arrastrada por varios gatos. La diosa griega
Artemisa y su equivalente romana
Diana, son las diosas de la caza y la fertilidad. Por otro lado, la diosa
Afrodita y su equivalente griega
Venus, eran representadas en numerosas ocasiones acompañadas de un gato.
En oriente se cultivaron diversas tradiciones con contrastados
sentimientos hacia los gatos que iban desde ser considerados como
animales portadores de buena suerte a tener una simbología maléfica por
su cola, hasta a utilizar pequeñas estatuillas y amuletos felinos para
diversos fines.
En Europa eran considerados animales muy valiosos por su capacidad y
habilidad para exterminar a los roedores, pero con la llegada de la
Inquisición y sobre todo a finales de la Edad Media, las relaciones
entre los gatos y los seres humanos empezaron a deteriorarse, llegando
incluso en muchas ciudades a su aniquilación.
Surgieron así multitud de supersticiones en las que se culpaban a los
gatos de originar epidemias, enfermedades, y como representante del mal
desempeñando un papel importante en posibles cultos y rituales de las
brujas.
Los gatos llegaron a ser sacrificados y torturados en público, fueron
objeto de crueles ceremonias, y aquellas personas que les daban cobijo
en sus casas eran acusadas de brujería.
Tanto los gatos como las brujas podían predecir numerosos desastres
naturales como inundaciones, tormentas, epidemias, y todo tipo de
catástrofes de gran magnitud. Existía la creencia de que las brujas
utilizaban los órganos y partes del animal para realizar conjuros, y por
otro lado, que eran capaces de transformarse en gato y volver a
recuperar su forma humana hasta nueve veces. Muchas de ellas fueron
quemadas en la hoguera junto a todos sus gatos.
Las acusaciones de brujería y el exterminio de los gatos llegaron a
alcanzar niveles muy altos en el siglo XVI, y numerosos eran los juicios
que se llevaban a cabo y que desembocaban en terribles tragedias. Uno
de los más conocidos se produjo en la aldea de Salem, Massachusetts,
donde tuvo lugar la famosa cacería de brujas en la que veinticinco
mujeres fueron acusadas y condenadas a muerte por brujería, y doscientas
personas fueron encarceladas.
Hasta un siglo después no se consideraron las hogueras como actos de real crueldad y superstición.
Ya a mediados del siglo XIX, debido a importantes descubrimientos
científicos sobre la naturaleza y la transmisión de enfermedades, se
demostró que el gato es un animal muy higiénico y poco a poco, la larga
época de persecución y exterminio de los gatos llegó a su fin, volviendo
a ser considerado como animal doméstico familiar.
“Hasta el más pequeño de los felinos es una obra de arte.”
Leonardo da Vinci
Polímata florentino del Renacimiento Italiano (1452-1519).