Somos conscientes de que cualquiera que tenga uno o más perros coincidirá con las conclusiones a las que se llegaron en el estudio realizado en la Universidad de Londres al respecto de este tema. Sabemos que estos amigos de cuatro patas, nariz húmeda y mirada fiel, sintonizan al instante con nuestra alegría y ante todo, con nuestros sufrimientos. De ahí que no duden ni un momento en lamernos la mano, en tirarnos a los pies su juguete preferido o en sentarse sobre nuestro regazo como niños zalameros que buscan despertarnos una sonrisa.
La empatía en los perros, esa hábil lectura sobre nuestros estados anímicos tiene en realidad matices aún más sorprendentes que nos explican en este mismo trabajo. Un ejemplo de ello lo podemos ver en un caso muy concreto. Benjamin Stepp es un veterano de la guerra de Irak que vive con una preciosa perra labrador llamada Arleigh. Este joven sufrió una lesión cerebral traumática que cada día, se traduce en súbitos ataques de dolor que inmovilizan sus piernas.
Arleigh intuye cuándo van a darse estos ataques y acude de inmediato junto a su dueño con un fin muy concreto: darle apoyo, cariño, reducir su ansiedad y controlar su respiración para que el dolor se vaya lo antes posible. Esa relación entre ambos es tan fascinante que una etóloga, Natalia Alburquerque, está estudiando el caso. Se sabe que los perros “huelen” ciertos cambios metabólicos en nuestro organismo que se traducen por ejemplo en bajadas de azúcar, ataques de epilepsia y, en este caso, la llegada del dolor.
No obstante, uno de los aspectos que más asombra de todo ello es la fidelidad y altruismo de estos animales. No quieren nada a cambio, su sentido de protección y afiliación es tan elevado que el mero hecho de conferir alivio y bienestar ya les gratifica, ya les satisface…
El contagio emocional en los perros, una forma primitiva de empatía
Los etólogos y psicólogos especializados en el mundo animal nos puntualizan un aspecto importante. No podemos comparar la empatía humana con la empatía en los perros. En este último caso prefiere hablarse más bien de “contagio emocional”, una forma muy primitiva de empatía y que según Ted Ruffman, psicólogo de la Universidad de Otago podría compararse a la que puede tener, por ejemplo, un niño de tres años.Es necesario tener en cuenta también que la empatía es una dimensión psicológica compleja donde se ponen funcionamiento procesos cognitivos muy sofisticados. En la empatía en los perros, llama la atención su facilidad para leer nuestras expresiones faciales, nuestro tono de voz y su actitud natural para “contagiarse” emocionalmente de nuestros mismos estados. Sin embargo, en el caso de que esa emoción sea negativa inician al momento conductas voluntarias para conferir ayuda, apoyo y bienestar.
Este último aspecto es sin duda un tema que siempre ha fascinado a los expertos. La razón de por qué los perros muestra un vínculo tan fuerte con nosotros podemos hallarla en nuestros ancestros, en nuestro pasado más primitivo. Edward Osborne Wilson es un entomólogo y biólogo estadounidense que nos explica en sus múltiples trabajos aspectos realmente interesantes.
Perros y humanos: un vínculo muy antiguo
El ser humano estableció un lazo emocional muy intenso con los perros desde esas épocas remotas, esas donde nuestra máxima prioridad era sobrevivir. Una de las teorías del doctor Edward Osborne es que aquellos humanos que en sus grupos sociales contaban con la compañía de varios perros, tenían mayores de seguir con vida que aquellos que aún no disponían de este vículo.- Tener uno o varios perros en nuestros primeros asentamientos sociales suponía estar más unido la naturaleza, a sus ciclos y encontrar también más recursos con los que sobrevivir: agua, caza, plantas comestibles… De hecho, disponemos de múltiples pinturas rupestres donde se puede ver este tipo de interacción.
- La compañía de estos animales nos confirió desde muy temprano un tipo de satisfacción vital muy relevante, dando forma a un lazo donde estaban implicados a su vez múltiples mecanismos biológicos.
Esta interacción constante iniciada desde aquellas épocas tempranas afianzó una sofisticada relación donde los perros no tardaron en reconocer nuestras emociones y donde nosotros, a su vez aprendimos a verlos como un miembro más de nuestros grupos sociales. La empatía en los perros es una realidad que siempre nos ha acompañado.Se sabe por ejemplo que mirar a los ojos a un perro genera que nuestro cerebro segregue
Basta con mirar a un perro para sonreír al instante
Nuestros perros no nos dirán nunca que nos cojamos las cosas con más calma. No nos recomendarán que cambiemos de trabajo, que le demos otra oportunidad a nuestra pareja o que dejemos ir para siempre a esa amiga que nos trae más problemas que beneficios. Ellos jamás te recomendarán nada, ni te juzgarán ni criticarán ninguna de tus decisiones. Tus perros se limitarán solo a “estar” ahí, contigo, dándote lo mejor de ellos mismos a cambio de nada. Siendo uno de los comportamientos delatores de la empatía de los perros.Por curioso que nos parezca es lo que han hecho siempre: convivir con nosotros desde que nuestros antepasados, los cazadores recolectores europeos empezaron a domesticar a las crías de lobo más dóciles que merodeaban por sus asentamientos en busca de comida. Los hicimos nuestros y ellos nos hicieron suyos en una alianza perdurable y maravillosa. De ahí que la mayoría de nosotros no podamos evitar sonreir al instante cuando nuestra mirada se cruza con un perro.
Nos reconocemos, nuestros mecanismos biológicos interaccionan de nuevo para producir respuestas emocionales positivas. Fueron nuestra alianza en el pasado y son nuestros aliados terapéuticos en el presente. Nos traen calma, nos hacen sonreír, activan nuestras endorfinas, nuestra oxitocina, alivian soledades e incluso reducen nuestra sensación de dolor…
Para concluir, que alguien ponga en duda el poder emocional de los perros y su habilidad empática es sin duda un error imperdonable. Porque ahí tenemos a esos héroes anónimos de cuatro patas a los que tanto les debemos: los perros guía, los perros que ayudan diariamente a niños con discapacidades o a ancianos dependientes y en resumen, a todos esos grandes amigos a los que adoramos y que no dudamos en considerar parte indiscutible de nuestra familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario