Un gorila de montaña de espalda
plateada, que dirige un grupo con 30 miembros, es un animal fuerte que
puede resultar intimidante.
Pero no cabe duda de que siente debilidad por las crías.
«Los padres les quitan las crías a las madres para acicalarlas y una vez vi a un macho mayor hacerle cosquillas a un gorila joven con el tallo de una flor», escribió la primatóloga Dian Fossey en un artículo de 1981 de la revista de National Geographic.
Los padres son pacientes con sus crías y permiten que trepen y jueguen sobre su espalda, como esta cría de las montañas Virunga, en Ruanda.
Es más, los gorilas macho cuidan de las crías jóvenes, aunque no estén seguros de cuáles son suyas. Se trata de un anatema para la mayoría de los padres animales, a los que no les interesa invertir tiempo y esfuerzo en una cría con la que no comparten genes.
¿Por qué lo hacen? Por una parte, las hembras lo perciben. Un estudio reciente demostró que los padres gorilas que pasan más tiempo con las crías —incluso las que no son suyas— producen 5,5 veces más crías que los padres menos atentos.
Los pingüinos emperadores viven en la Antártida, uno de los entornos más duros del planeta, donde las temperaturas pueden descender a -45 grados centígrados y los vientos alcanzan velocidades de hasta 160 kilómetros por hora.
Al principio del invierno, las madres ponen un solo huevo sobre el hielo, lo empujan bajo las patas de su pareja (como hace la hembra de la foto) y después salen a mar abierto, donde pasan dos meses alimentándose. Como sentarse sobre el huevo lo dejaría congelado, los pingüinos macho lo cubren con una sección de piel adaptada llamada placa de incubación o incubatriz.
A lo largo de los meses de frío brutal, durante los que los padres no se alimentan, se apiñan para mantenerse con vida a sí mismos y a los huevos. Pierden casi la mitad de su peso antes del regreso de sus parejas.
Aunque sean padres dedicados, estos padres no pueden hacer nada respecto a la pérdida del hielo antártico, que podría conducirlos hacia la extinción.
Pero no cabe duda de que siente debilidad por las crías.
«Los padres les quitan las crías a las madres para acicalarlas y una vez vi a un macho mayor hacerle cosquillas a un gorila joven con el tallo de una flor», escribió la primatóloga Dian Fossey en un artículo de 1981 de la revista de National Geographic.
Los padres son pacientes con sus crías y permiten que trepen y jueguen sobre su espalda, como esta cría de las montañas Virunga, en Ruanda.
Es más, los gorilas macho cuidan de las crías jóvenes, aunque no estén seguros de cuáles son suyas. Se trata de un anatema para la mayoría de los padres animales, a los que no les interesa invertir tiempo y esfuerzo en una cría con la que no comparten genes.
¿Por qué lo hacen? Por una parte, las hembras lo perciben. Un estudio reciente demostró que los padres gorilas que pasan más tiempo con las crías —incluso las que no son suyas— producen 5,5 veces más crías que los padres menos atentos.
Los pingüinos emperadores viven en la Antártida, uno de los entornos más duros del planeta, donde las temperaturas pueden descender a -45 grados centígrados y los vientos alcanzan velocidades de hasta 160 kilómetros por hora.
Al principio del invierno, las madres ponen un solo huevo sobre el hielo, lo empujan bajo las patas de su pareja (como hace la hembra de la foto) y después salen a mar abierto, donde pasan dos meses alimentándose. Como sentarse sobre el huevo lo dejaría congelado, los pingüinos macho lo cubren con una sección de piel adaptada llamada placa de incubación o incubatriz.
A lo largo de los meses de frío brutal, durante los que los padres no se alimentan, se apiñan para mantenerse con vida a sí mismos y a los huevos. Pierden casi la mitad de su peso antes del regreso de sus parejas.
Aunque sean padres dedicados, estos padres no pueden hacer nada respecto a la pérdida del hielo antártico, que podría conducirlos hacia la extinción.
Muchos padres animales cuidan de los huevos, pero no están dotados para el cometido del embarazo. Salvo el caballito de mar.
Los caballitos de mar invierten los roles familiares del reino animal. La hembra utiliza una protuberancia denominada ovipositor para trasplantar los huevos a la bolsa incubadora del macho, donde eclosionan y se desarrollan y de la que surgen cientos de caballitos de mar diminutos e independientes.
«La bolsa se parece mucho a un útero humano», señala Verdolin. Pero esa no es la única similitud.
«Algunos de los mismos genes implicados en el embarazo en hembras humanas están presentes en caballitos de mar macho; me parece fascinante», explica.
Cuando el padre (como el de la foto) da a luz, su pareja monógama ha preparado más huevos para que el apareamiento comience de inmediato. Esta eficiencia podría explicar por qué los caballitos de mar han desarrollado una estrategia reproductiva tan insólita.
Los caballitos de mar invierten los roles familiares del reino animal. La hembra utiliza una protuberancia denominada ovipositor para trasplantar los huevos a la bolsa incubadora del macho, donde eclosionan y se desarrollan y de la que surgen cientos de caballitos de mar diminutos e independientes.
«La bolsa se parece mucho a un útero humano», señala Verdolin. Pero esa no es la única similitud.
«Algunos de los mismos genes implicados en el embarazo en hembras humanas están presentes en caballitos de mar macho; me parece fascinante», explica.
Cuando el padre (como el de la foto) da a luz, su pareja monógama ha preparado más huevos para que el apareamiento comience de inmediato. Esta eficiencia podría explicar por qué los caballitos de mar han desarrollado una estrategia reproductiva tan insólita.
Estos padres son conocidos por llevar a sus crías a la espalda cuando recorren las selvas de las costas brasileñas donde viven.
Los tamarinos o titís leones dorados viven en grupos sociales pequeños, que incluyen una pareja reproductora, parte de su descendencia y en ocasiones otros parientes. Las madres suelen tener gemelos, cuya alimentación y transporte supone una carga. Por eso durante las primeras seis o siete semanas de vida las crías pasan la mayor parte del tiempo en la espalda de su padre.
A medida que crecen, los padres siguen involucrados, proporcionan alimentos diferentes y les enseñan a acicalarse, recolectar comida, apiñarse de noche para entrar en calor y desarrollar aptitudes sociales.
Los tamarinos o titís leones dorados viven en grupos sociales pequeños, que incluyen una pareja reproductora, parte de su descendencia y en ocasiones otros parientes. Las madres suelen tener gemelos, cuya alimentación y transporte supone una carga. Por eso durante las primeras seis o siete semanas de vida las crías pasan la mayor parte del tiempo en la espalda de su padre.
A medida que crecen, los padres siguen involucrados, proporcionan alimentos diferentes y les enseñan a acicalarse, recolectar comida, apiñarse de noche para entrar en calor y desarrollar aptitudes sociales.
Los dendrobátidos (o ranas
venenosas de dardo) son famosos por sus colores vivos y sus toxinas
potentes. Pero los machos de estas especies de Centroamérica y
Sudamérica también invierten mucho esfuerzo en los cuidados parentales,
algo poco habitual entre las ranas.
Cada especie tiene su propio ritual de apareamiento, pero las hembras acostumbran a escoger entre una selección de machos territoriales y depositan los huevos dentro de sus dominios. Cuando eclosionan, los renacuajos se aferran a la espalda del padre (en la foto, una Phyllobates terribilis o rana dorada venenosa), que busca estanques en la selva, a veces emprendiendo largos viajes de hasta 400 metros.
Cuando el padre encuentra un estanque, como al pie de una planta, deja a algunos de los renacuajos para que maduren en un entorno seguro. Repite el proceso hasta que los renacuajos están repartidos por varias zonas de la selva.
Aunque es una expedición peligrosa para el padre y sus crías, distribuir los renacuajos de este modo garantiza la supervivencia de algunas en el caso de que se sequen uno o varios estanques.
Los búhos nivales macho, como este de la isla Bathurst en Nunavut, Canadá, ponen comida sobre la mesa, primero para la madre que empolla los huevos y más adelante para toda la familia, que puede consumir hasta cinco lemmings cada día.
Estas aves blancas forman parejas mayormente monógamas cada estación para reproducirse y anidar en la tundra ártica; un solo progenitor no puede hacer este trabajo solo.
«En la medida en que machos y hembras esperan que haya monogamia, es mucho más importante cuando se necesitan cuidados biparentales, que se observan en muchas aves», explica Verdolin.
Según la disponibilidad de lemmings en una estación determinada, los búhos varían la cantidad de huevos que ponen, que oscila entre tres y 11. Si hay muchos lemmings, las aves producen más huevos.
A los 25 días de edad, los pequeños búhos abandonan el nido y se distribuyen por la tundra. Pero el trabajo del padre no termina ahí. Durante más de un mes, mientras los búhos jóvenes mejoran sus habilidades de caza, demandan con sus gritos que uno de los padres les entregue comida.
Cada especie tiene su propio ritual de apareamiento, pero las hembras acostumbran a escoger entre una selección de machos territoriales y depositan los huevos dentro de sus dominios. Cuando eclosionan, los renacuajos se aferran a la espalda del padre (en la foto, una Phyllobates terribilis o rana dorada venenosa), que busca estanques en la selva, a veces emprendiendo largos viajes de hasta 400 metros.
Cuando el padre encuentra un estanque, como al pie de una planta, deja a algunos de los renacuajos para que maduren en un entorno seguro. Repite el proceso hasta que los renacuajos están repartidos por varias zonas de la selva.
Aunque es una expedición peligrosa para el padre y sus crías, distribuir los renacuajos de este modo garantiza la supervivencia de algunas en el caso de que se sequen uno o varios estanques.
Los búhos nivales macho, como este de la isla Bathurst en Nunavut, Canadá, ponen comida sobre la mesa, primero para la madre que empolla los huevos y más adelante para toda la familia, que puede consumir hasta cinco lemmings cada día.
Estas aves blancas forman parejas mayormente monógamas cada estación para reproducirse y anidar en la tundra ártica; un solo progenitor no puede hacer este trabajo solo.
«En la medida en que machos y hembras esperan que haya monogamia, es mucho más importante cuando se necesitan cuidados biparentales, que se observan en muchas aves», explica Verdolin.
Según la disponibilidad de lemmings en una estación determinada, los búhos varían la cantidad de huevos que ponen, que oscila entre tres y 11. Si hay muchos lemmings, las aves producen más huevos.
A los 25 días de edad, los pequeños búhos abandonan el nido y se distribuyen por la tundra. Pero el trabajo del padre no termina ahí. Durante más de un mes, mientras los búhos jóvenes mejoran sus habilidades de caza, demandan con sus gritos que uno de los padres les entregue comida.
Los licaones viven en manadas
dirigidas por una pareja, un padre y una madre (mayormente) monógamos.
Estos padres desalientan que otros licaones de la manada se apareen y
garantizan que sus cachorros tengan prioridad a la hora de comer.
Todos los miembros de la manda, incluidos los machos menos dominantes, ejercen de niñeras. Se trata de una labor muy necesaria dada la naturaleza revoltosa de una camada de cachorros, como estos del delta del Okavango de Botsuana.
Los padres licaones encabezan la misión de caza. Conforme los cachorros crecen, aprenden de su ejemplo cómo colaborar con el grupo y derribar presas grandes, como antílopes y ñus.
Cuando los cachorros aún no pueden desgarrar la carne, los adultos regurgitan los alimentos para que puedan comer.
Todos los miembros de la manda, incluidos los machos menos dominantes, ejercen de niñeras. Se trata de una labor muy necesaria dada la naturaleza revoltosa de una camada de cachorros, como estos del delta del Okavango de Botsuana.
Los padres licaones encabezan la misión de caza. Conforme los cachorros crecen, aprenden de su ejemplo cómo colaborar con el grupo y derribar presas grandes, como antílopes y ñus.
Cuando los cachorros aún no pueden desgarrar la carne, los adultos regurgitan los alimentos para que puedan comer.
Cuando un mico nocturno hembra da a
luz, el padre asume la tarea de transportar, acicalar y jugar con sus
crías más a menudo que las madres.
«En lo que respecta a los cuidados paternos en mamíferos, nada se acerca remotamente a los micos nocturnos y los titís», una especie cercana, señala Fernández-Duque, cuyo proyecto Owl Monkey Project ha estudiado los primates de Argentina durante casi 25 años. «Siempre hago la broma de que son los caballitos del mar del mundo de los mamíferos».
Las parejas de micos nocturnos (en la foto, una familia) tienen relaciones muy estrechas similares a las humanas, pero a menudo se ven afectadas por la intrusión de machos y hembras que intentan romperlas. Cuando lo logran, estos nuevos padres no siempre sienten el mismo apego por el cuidado de sus hijastros.
Fernández-Duque señala que los datos preliminares demuestran que las crías cuyas familias se rompen de esta forma sufren más cuando desaparece el padre —por ejemplo, mueren antes y en mayor proporción— que las crías que pierden a sus madres.
«En lo que respecta a los cuidados paternos en mamíferos, nada se acerca remotamente a los micos nocturnos y los titís», una especie cercana, señala Fernández-Duque, cuyo proyecto Owl Monkey Project ha estudiado los primates de Argentina durante casi 25 años. «Siempre hago la broma de que son los caballitos del mar del mundo de los mamíferos».
Las parejas de micos nocturnos (en la foto, una familia) tienen relaciones muy estrechas similares a las humanas, pero a menudo se ven afectadas por la intrusión de machos y hembras que intentan romperlas. Cuando lo logran, estos nuevos padres no siempre sienten el mismo apego por el cuidado de sus hijastros.
Fernández-Duque señala que los datos preliminares demuestran que las crías cuyas familias se rompen de esta forma sufren más cuando desaparece el padre —por ejemplo, mueren antes y en mayor proporción— que las crías que pierden a sus madres.
Los cardenales practican la
denominada incubación bucal. Cuando la hembra libera unos 40 huevos en
el mar, el macho los fertiliza y enseguida los absorbe en la boca (como
este cardenal Apogon cyanosoma de las islas Salomón). Así, el padre dedicado puede mantener la puesta a salvo de los depredadores.
Parece que la mayoría de los cardenales se aparean de este modo en parejas monógamas. Pero su estilo reproductivo no es tan convencional; recientemente, se han hallado pruebas de infidelidad.
Un estudio en Papúa Nueva Guinea desveló que el 30 por ciento de las puestas que transportaban los padres cardenales habían sido concebidas por un pez hembra que no era su pareja.
Los padres animales dedicados, relativamente habituales entre los peces, tienden a cuidar de sus crías solo cuando están seguros de que son suyas, una configuración que favorece la monogamia. En cambio, en el caso de los cardenales, la oportunidad de acción paralela por parte de ambos sexos parece ser una parte valiosa de su estrategia reproductiva.
Parece que la mayoría de los cardenales se aparean de este modo en parejas monógamas. Pero su estilo reproductivo no es tan convencional; recientemente, se han hallado pruebas de infidelidad.
Un estudio en Papúa Nueva Guinea desveló que el 30 por ciento de las puestas que transportaban los padres cardenales habían sido concebidas por un pez hembra que no era su pareja.
Los padres animales dedicados, relativamente habituales entre los peces, tienden a cuidar de sus crías solo cuando están seguros de que son suyas, una configuración que favorece la monogamia. En cambio, en el caso de los cardenales, la oportunidad de acción paralela por parte de ambos sexos parece ser una parte valiosa de su estrategia reproductiva.
Un león africano macho y un cachorro comparten un momento tierno en la reserva nacional de Masái Mara, Kenia.
Los grandes felinos tienen una mala reputación como padres, sobre todo por la práctica de matar a las crías que no han engendrado, lo que garantiza que las hembras estén listas para aparearse de nuevo. Aunque para los humanos puede ser difícil de entender, se trata de una estrategia reproductiva que permite que los leones engendren cachorros propios.
Las hembras de una manada de leones africanos llevan a cabo la mayor parte de los cuidados parentales, como cazar y criar a los cachorros. Por su parte, los padres se unen para controlar un territorio abundante en presas que el experto en leones y explorador de National Geographic Craig Parker denomina «punto caliente». Viven con las hembras y sus cachorros hasta que los desplazan otros machos jóvenes o más fuertes.
«La única forma de acaparar uno de esos "puntos calientes", que son muy valiosos y escasos, es con un grupo de compañeros de igual sexo que trabajen como una unidad», explicó Parker en una entrevista anterior.
Los grandes felinos tienen una mala reputación como padres, sobre todo por la práctica de matar a las crías que no han engendrado, lo que garantiza que las hembras estén listas para aparearse de nuevo. Aunque para los humanos puede ser difícil de entender, se trata de una estrategia reproductiva que permite que los leones engendren cachorros propios.
Las hembras de una manada de leones africanos llevan a cabo la mayor parte de los cuidados parentales, como cazar y criar a los cachorros. Por su parte, los padres se unen para controlar un territorio abundante en presas que el experto en leones y explorador de National Geographic Craig Parker denomina «punto caliente». Viven con las hembras y sus cachorros hasta que los desplazan otros machos jóvenes o más fuertes.
«La única forma de acaparar uno de esos "puntos calientes", que son muy valiosos y escasos, es con un grupo de compañeros de igual sexo que trabajen como una unidad», explicó Parker en una entrevista anterior.