miércoles, 9 de noviembre de 2016

Animales que lloran a sus difuntos

unque solo los humanos tienen en su calendario un día dedicado a los difuntos, no son los únicos que lloran su muerte y celebran funerales. Los chimpancés, los elefantes e incluso las urracas también lo hacen.

 















Los elefantes reconocen y reaccionan ante el cráneo y los colmillos de otro elefante.

 Una madre sostiene el cuerpo de su hijo sin vida. Sus familiares y amigos se acercan para mostrarle su afecto. El duelo está siendo duro, y durará días. No es una escena humana, sino el ritual fúnebre de los chimpancés cuando una cría fallece. Investigadores holandeses demostraron que pueden pasar semanas o incluso meses antes de que la madre se separe del cadáver y acepte la pérdida. Y que en ese período, los primates que la rodean aprenden a identificar las señales sensoriales asociadas con la muerte, y las implicaciones que tiene la pérdida para la comunidad.



Y no solo eso. Jane Goodall y otros primatólogos han observado hasta qué punto la muerte de un ser querido produce un período de luto y tristeza en los grupos de chimpancés. Es famoso el caso de un chimpancé que se mantuvo horas agarrando la mano del cadáver de su madre, en estado de shock, inclinado sobre su cuerpo en una especie de velatorio. Incluso ha habido casos de chimpancés que se han deprimido tanto tras fallecer un familiar que han dejado de comer, llegando incluso a enfermar.


No hace falta formar parte del selecto club de los primates para ser consciente de la muerte de un congénere. Y si no que se lo pregunten a Karen McComb. Hace una década, mientras analizaba de cerca el comportamientos de 17 familias de paquidermos del Parque Nacional Amboseli de Kenia, comprobó que cuando estos animales reconocen el cráneo y los colmillos de otro elefante fallecido, y reaccionan ante ellos con muestras de interés, e incluso le rinden cierto 'culto', moviéndolo suavemente con sus trompas. Si se les muestran restos óseos de rinocerontes o búfalos, sin embargo, muestran indiferencia.

La cosa no termina ahí. Varios expertos en etología animal han presenciado cómo algunos elefantes pasan el duelo cuando pierden a un miembro de su familia. No solo entierran a sus muertos con hojas y tierra, sino que incluso permanecen un tiempo junto al cuerpo, lamentando su pérdida, y vuelven a visitar la 'tumba' pasado un tiempo. "Andan cabizbajos, con las orejas caídas, deambulando de un lado a otro sin rumbo, con el aspecto de tener el corazón roto", escribía Marc Bekoff, etólogo de la Universidad de Colorado (EE. UU.) y miembro de la Animal Behaviour Society, tras observar atónito la reacción de una manada de elefantes tras la muerte de su matriarca.

Y es que, si bien aún no se sabe a ciencia cierta hasta qué punto entienden la muerte los animales, de lo que no cabe duda es de que atraviesan una fase de duelo. Incluidas también las llamas, las jirafas, los lobos y los cetáceos. Observando a ballenas piloto, orcas y delfines se ha comprobado que suelen llevar a nado por parejas el cuerpo sin vida de un delfín durante varias horas, e incluso días, en ocasiones incluso escoltados por unos cuantos congéneres. Y que durante ese tiempo dan toquecitos al cadáver y se muestran nerviosos y agitados. Lo más parecido a un cortejo fúnebre.

Tiene mucho sentido a la luz de la neurociencia. Las técnicas de neuroimagen muestran que durante el duelo se generan emociones en partes primitivas del cerebro que compartimos con todos los mamíferos. Y los neurotransmisores que liberan nuestras neuronas en la aflicción de la pérdida de un ser querido también están presentes en la sesera de muchos animales.

Pero el caso es que el respeto a los fallecidos ni siquiera es exclusivo de los mamíferos. Sin ir más lejos, las hormigas, que detectan la muerte con su olfato privilegiado -por el olor a triglicéridos, concretamente-, y apilan a sus congéneres fallecidos en una especie de morgue. Las urracas tampoco se quedan de brazos cruzados cuando uno de sus congéneres perece. Después de estudiar a estas aves durante años, Marc Bekoff comprobó que cuando una urraca muere sus congéneres dejan una especie de coronas de hierba alrededor del cuerpo sin vida para mostrar sus respetos al difunto.

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